Claro que querías saber qué pensaba ella, cómo se sentía
tras esa máscara de educación que parecía justificar el vacío de su voz. Pero
temías acercarte, y que huyera, como cada vez que habías soñado con volver a
verla. Así que te limitabas a seguirla con la mirada, para que no creyera que
te habías rendido, y que sólo era otra de esas dosis de mal-amor que escupían
las comisuras de tu corazón dolido.
Ella te rozó con sus costuras de muñeca rota, y tú esperanza
se escondió, cobarde, a lamerse las heridas.
1 comentario:
Has clavado el final. Mi gustar.
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