martes, 7 de octubre de 2014

Fráguame

Tengo el síndrome de la espada y el bosque, del canal de las hojas secas y el aroma a palabras muertas en tu almohada. Y tengo muchos placeres culpables; como el de bucear en la tristeza y llover de fuera para dentro, o el de pensar poco y actuar mucho para no perderme en los recovecos de tus sueños, pero sobre todo disfruto imaginando lo que sería sin ser, y descubriéndome a mí amando algo que no lleve cadenas ni espinos ni destellos. Y es extraño, pero muero pisando la arena, una y otra vez, dónde estábamos nosotros, aunque tengo claro que no sabría abandonarme por dos letras nobles y la emoción de saber que hay detrás de esos ojos grises.

No sé si será más fácil renunciar a sentir o a no hacerlo, o si es mejor atar mi cordura a una de esas anclas que tanto pesan en la base de tu cuello. Tampoco tengo claro si quiero encontrar la espada, o si esto es el bosque que me tiene preso, pero no permitiré que nadie te rompa por dos besos.

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