Allí estaba él, expectante, mientras veía a cámara lenta como todo explotaba entre sus brazos y su aliento se convertía en agua. Le dolía la mano derecha, y no sabía por qué. Todo había pasado de golpe, sin darle tiempo a calibrar y ahora, ahora que quería desaparecer, la noche parecía congelarse delante de sus ojos. El sonido de la puerta al cerrarse le quebró un poquito más, y las costuras se le abrieron, en venganza, por el pespunte de salida y el borlón de recuerdos.
- Pero, ¿Qué has hecho?
Los ojos de Killian habían perdido el color café habitual y se habían convertido en un par de espejos negros que le juzgaban con dureza.
- ¡¿Has perdido la cabeza?!
Jason se llevó la mano a la garganta, haciendo un amago de explicarse, pero se sentía como si hubiera tragado arena.
- Yo... Y-Yo... No quería...
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