miércoles, 7 de mayo de 2014

One jack for another

Le era imposible desviar la mirada. Julieta danzaba y danzaba dando piruetas por el amplio salón de techo alto, y de vez en cuando daba un pequeño salto y extendía las palmas de las manos, como si quisiera imitar a un pequeño colibrí. Mientras él, sólo observaba y moría, tras una de las mesas redondas que coronaban la sala de baile. Pero, ¿Qué iba a hacer el camarero? ¿Arrastrarla lejos de allí? ¿Rendirse a una de sus sonrisas condescendientes? ¡Qué demonios! Quería quemarlo todo, de la misma forma en que le quemaba la sangre por las venas en ese momento. Quería destruir cada una de esas miradas compasivas que se le clavaban como misericordias ponzoñosas entre sus costillas. Y su pulso, desbocado, rugía de celos, de celos de aquella lámpara en lo alto. Una de esas viejas y lujosas lámparas de araña, ya sabes, de esas que limpiaba con un plumero antes de una gran fiesta en aquel horrible salón de época. Sí, justo, una como esa. Lacada en oro y con ristras de perlas columpiándose entre los reflejos de las velas como trapecistas inquietos por el acto principal. Estaba enfermo, y él lo sabía, pero deseaba ser esa lámpara y acariciar a Julieta con su luz, mientras giraba y sonreía para él, sólo para él. Necesitaba poseerla, porque sabía que no era suya, y que nunca lo sería. Y justo por eso su pecho ardía, de impotencia.

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