miércoles, 7 de mayo de 2014

Drown, Down, Drown

El taxista se paró justo en la puerta, como le había indicado, y Claudia bajó sin esfuerzo lo que debería ser un abismo para una mujer embarazada. Estaba acostumbrada a que nadie la ayudara, después de todo, los hombres parecían tener algún tipo de fobia a la gestación como si su barriga fuera a explotar si se acercasen demasiado. Así que le pagó en efectivo, cogió el bolso -aquel de los rombos negros y beige que le había dejado Erise hacía ya meses como signo de que volvería- y cerró la puerta. Lo primero que hizo fue suspirar y mirar hacia arriba, al cielo, encantada de no ver ninguna nube rasgándolo desde tan temprano con su vapor y su blanco.

- ¡Pero mira quién tenemos aquí! Si es mi prima favorita, o debería decir, primas.

- Oye, oye, las damas primero, no acapares su atención que yo también estoy aquí...

- Oh, no. - Claudia abrió la boca y contuvo un alarido. Dirigió la vista hacia el portal e instantes después sus ojos se llenaron de lágrimas. - ¿Romeo? ¿Carla? Pero, pero.. 

- Te dije que no era buena idea venir sin avisar, Carla...

Ella le miró con reproche.

- ¡Si ha sido tu culpa! No querías llamar a Erise y claro, decías que el tío Thomas no iba a darnos la dirección por no haber ido a...

- Parad ya y dadme un abrazo, tontos. 

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