martes, 1 de marzo de 2011

Querida Isabelle


Nunca los labios de Isabelle habían sido tan dulces. Nunca el suelo había estado tan frío. Y es que si me mira me pierdo, si me toca me hundo. Los muros que levanté, los obstáculos que puse, no sirvieron de nada. Una simple sonrisa hubiera roto todas mis defensas. El equilibrio que conseguí lejos de ella amenazaba con desmoronarse, y es que la armonía de sus sentidos nunca se me dio bien. Calculé mal, de nuevo.
No estaba preparado para ti. Y tu cruel deseo siempre quiere más. No sabes de amor Isabelle, y eso me gustaba, antes. Un polvo y si te he visto no me acuerdo. Pero como una de esas malditas fuentes, me obligas a beber de ti. Si no te tengo me seco.
Lo que dolía el aroma de tus besos, los días sin sol y tus ojos traviesos. Me acuerdo de las noches sin dormir, y las llamadas a deshora. Te encantaba robarme mis ganas y mi tiempo. Como tu decías: "Todo lo que quiero lo consigo, y lo que no quiero, también" Te relucían color zafiro y luego te echabas a reír. No te hacía falta disimular, siempre me tuviste embrujado. Y es que sólo una bruja me haría desearte así. Quería quitarte tu sujetador sin miedo, morderte el cuello, y hacerte gemir tan alto que temblara el cielo. Un par de cigarros, y un chupito de ron antes y después de ti, y ya era feliz.
Pero tú sólo me quisiste como segunda opción. Si no tenías a uno, siempre me tendrías a mi, eso pensabas. Lo odiaba, siempre lo supe, pero era verdad. Podías decirme que me usabas y esa misma noche besarte igual. Me tenías bien atado.
Pero, ¿Sabes Isabelle? Me hiciste fuerte, me hiciste grande. Y ya no pienso en ti. ¿Por qué? Porque nunca podrás quererme. Porque no sabes amar.

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