martes, 18 de febrero de 2014

Claro que la conoces, es tu canción favorita

¿Conoces esa sensación? La de ver las páginas en blanco frente a ti, como si se rieran de tu lacra de inspiración, y no poder contestarles porque el nudo de tu garganta está atado demasiado fuerte. Y lo intentas con la pluma, a ver si con algo de elegancia aflora tu arrogancia, pero no ocurre nada. Decides ir sobre seguro, y coger el bolígrafo de siempre, a ver si en casa consigues aflojarte la corbata, pero tampoco consigues escribir ni una línea. Te pasas al lápiz, como cuando eras pequeño y todo salía solo, pero las arrugas de tus dedos no reaccionan ante la madera y el carbón. Así que optas por ser rebelde, sí, como oyes, y escribir modernamente en el ordenador. Y de pronto te das cuenta de que no es el papel el que se ríe, sino la musa que hace eco en tu pecho, que necesitaba distraerse con algo de atención. Y las letras surgen solas, como si acariciaran el lienzo de un pintor, y de pronto llega la Importancia y creces, te haces grande. Pero antes de que puedas decir 'Estoy orgulloso', te acorrala la Duda. Y te hace un par de preguntas incómodas que no quieres contestar, por lo que miras a otro lado. Y allí estás, de nuevo, con los dedos tibios y un tic nervioso poco atractivo, como si estuvieras obligado a darle al mundo un pedazo de ti, como si tuvieras que responder a unas expectativas y encajar en unos cánones en los que no te sientes cómodo. Por lo que tiras y rompes todo lo que has creado, y te conviertes en humano, en el destructor de mundos. Y entonces llega ella, y te pregunta qué tal el día, y le contestas que necesitas ser especial, que hoy te has levantado con ganas de ser un trotamundos sin futuro. Y ella simplemente te sonríe, y destroza esos esquemas que tu sarcasmo tan cuidadosamente había colocado en tu almacén de 'no tengo ganas de contestar'.

Terminas cogiendo el papel y con fingida resignación escribes esas dos palabras, que lo resumen todo:

Su sonrisa.

El nudo se ha deshecho.

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