jueves, 11 de abril de 2013

Worker Bees

Había pensado en él como en una casualidad desde el primer momento en que le vio entrar por la puerta con sus vaqueros rasgados y su sonrisa perfecta. En aquel instante, su instinto ya le había gritado 'peligro', pero ella se creía fuerte y realista. Intocable. Un chico cualquiera no podría hacerle daño. Y en una noche, su mundo chocaba contra el de un extraño y ella se sentía una estrella distante en un universo que ya no tenía nada que ver con el suyo. Pero en cierto modo, no quería creer que había sido cosa del destino. ¿Quién querría vivir siguiendo las pautas de un guión? ¿Acaso ella era una marioneta? ¿No tenía voz? Volvió a mirar por el vaho de la ventana. Él se marchaba, como todos, cada mañana, con el pelo revuelto y los labios malditos. Pero ella aún le sentía cerca. El olor de su piel se había colado por sus poros hasta arañarle el corazón. Debería estar ya acostumbrada a esas despedidas, pero de alguna forma se sentía como si hubiese tragado agua helada demasiado rápido. El timbre interrumpió su ensimismamiento. "Los príncipes no existen", se dijo y fue a abrir.

- Hola. Me ha dicho un amigo dónde encontrarte. ¿Tienes tiempo?
- Sí, claro, pasa. - Suspiró. Otro cuarentón borracho a las seis de la mañana. El quinto este mes.
- Estaba por aquí cerca y claro.. ya sabes... jajaja - Metió barriga y entró tambaleante - Oye, ¿Cuánto... el completo?

Ella contuvo el asco y sonrió.
- ¿Cuánto estás dispuesto a pagar?

Sólo acepto estrellas.

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