lunes, 11 de febrero de 2013

"Gracias por quererme"

Él se vio a sí mismo recogido en una esquina. Siempre pensó que el Verano era uno de esos rumores que se escondían detrás de su oído, pero ahora era más un sueño borroso al final de la calle Satis Beniviera que el recuerdo del primer beso de dos adictos enamorados. Se sentía pesado, su cuerpo se había ido empapando de Invierno mientras esperaba que la vida se pasara por allí, casual, como vino, pero sabía que era inútil. Ella, sin embargo, permanecía de pie, con la vista ausente y el eco podrido mientras que la duda corrompía el poco oxígeno que aún enfrascaban sus pulmones. El esmalte de su piel había perdido el brillo de muñeca que él le pintaba cada noche y el silencio le laceraba los labios penitente. No ignoraba que era la única culpable porque las razones que había usado para esconderse ya no le sabían tan bien. Susurró algo, bajito, casi inaudible, como el mohín del aire. Y entonces el pecho de él estalló de ausencia, de arena y cal, de pena. Y sus ojos le gritaron a la tristeza de los suyos.

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