Tengo ganas de gritar, bien alto. Sin embargo, callo. Poco a poco voy poniendo cartas sobre la mesa y mirando a través, acariciando con los dedos los secretos de bandidos y enterrando algún recuerdo de héroes sin infancia. ¿Sabes qué pasaría si hablase? ¿De verdad piensas qué todo es tan sencillo?
Caerían dos grandes y se iniciaría una guerra que traería más desgracia que gloria. Y como una reacción en cadena, los retales de esta historia irían quemándose en el infierno.
Por eso digo que todos los tontos tienen suerte. Porque no hablaré y tu estarás a salvo, como siempre, en cualquiera de esas islas sin dueño. Porque tienes un día más para inventar otra escusa absurda e hilar los cabos sueltos, y como en un burdo teatro, entretenerme sin éxito.
Un consejo.
Intenta conseguir algo de abrigo, que el invierno se acerca y las mentiras no te darán calor por las noches.
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