martes, 5 de julio de 2011

Hugo es un cobarde.

Claudia no aprenderá nunca. Pienso que seguirá soñando todos los martes, apoyada en el balcón, como quien busca una estrella en una pecera. Con la ilusión de que llegaré y tú también llegarás. Con los labios carcomidos por el tiempo y las lágrimas mojando los años sin vernos. Pero las personas cambian. ¿Verdad Hugo? Excepto ella. Porque no se puede rendir, porque tiene miedo a que desaparezca. Miedo de no volver a ser feliz.
Ella cree que los besos de amor nos hacen fuertes, que no se olvidan. Que las promesas siempre debieron cumplirse. Se aferra a eso. Y me duele, a ti también debería dolerte ¿Sabes?, porque ella prometió esperarnos. Siempre.
Así que, ¿Cómo puedes sonreír con cada beso? ¿Cómo puedes mentirte a ti mismo y decir que no la amas?
Porque a mi me escuece cada luna cuando la recuerdo sola en la cama. A mi me tortura el sonido de su voz en sueños. Y sé que ella no abandonará. Ella no es como tú.

Y temblará todas las noches de frío. Y no amará nunca a nadie.

Sin ti.


Te odio, no por el tiempo sin veros, ni por las páginas arrancadas.
Te odio por hacerle daño.

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