No sé en qué momento de mi vida llegó Amanda a Malditos sin Miedo. Tal vez fuese cuando me caí por las escaleras o cuando salí del montón de mierda. No sé si está bien que haya entrado por la puerta grande o si el verde en los labios sólo a ella le queda bien. Y quizás en el fondo siempre he sabido que estaba ahí, como una espinita clavada, esperando a que decida saltar y ella vaya a cogerme de los brazos.
Porque Amanda, querido amigo, no sabe qué va a pasar. Y es que a veces pienso que no quiere saberlo, que ha olvidado el pasado y para ella no existe futuro.
A Amanda sólo le importa el presente.
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