miércoles, 16 de febrero de 2011

Dulce.

Se paseó de arriba a abajo, continuamente, esquivando el reloj. No quería mirar, no, no podía.
Yo la observaba desde la ventana, divertido por el movimiento de sus caderas,
esperando a que perdiera el control para entrar triunfante, como siempre había hecho.
Pero hoy pasó algo extraño. Esta vez no llegué yo. Fue un instante, un atisbo.
No despisté la vista más de una milésima, un segundo quizás, dos es decir mucho.
Pero allí estaba, sus labios se fundieron. Y mi deseo se movía en espiral.
Sí, esta vez no me necesitabas. Esta vez te pudo el dolor..

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