jueves, 26 de febrero de 2015

Sonrío, y lloro, y caigo, y todo contigo

A veces sólo me tiembla la mirada. Y a veces, sólo a veces, simplemente quiero hablar contigo. Y a veces, casi todas las veces, siento que me falta algo. Como que el espacio pesa, ahí dentro, y se atragantan todas las luces en la autopista de mi garganta. Aunque está claro que es un defecto de fábrica, y que 'restarme' es más una costumbre malpagada que un hábito inmolatorio, me recuerda a ese hilo musical que suena cuando me cruzo contigo y no te das cuenta, o más bien, como el llanto de las cigarras en verano, arañando la alegría de los niños entre sus risas y sus desacuerdos.

Es como amarme mal, y odiarte poco. Es ese tipo tristeza persistente en el eco de tu voz, que hace que muera a dos tiempos, y te de mis dos vidas.

A veces, unas cuantas, quizá miles, necesite que alguien me roce la cara. O que sujete mi mano. O que cargue mis faltas. A veces, muchas muchas veces, no estarás ahí. Pero yo quiero estar contigo.

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