domingo, 9 de octubre de 2011

Maldito el que no sabía callar

- No tienes derecho.
- Claro que lo tengo. Voy a ser el padre.
- ¿Tú? No tienes dinero.
- Le daré cariño. Querré a esa niña más que nadie en este mundo y tú lo sabes.
- Eso no basta. ¿Qué le dirás por las noches cuando no tenga nada para comer? ¿Le leerás uno de tus cuentos?
- Yo sólo quiero lo mejor para ella.
- Entonces renuncia. Y deja que alguien le de todo lo que sueñe.


Esa niña se hizo mayor, y siempre estuvo rodeada de dinero. Pero no soñó con lujos, ni con trofeos. Soñó con un padre que le dijera "te quiero".

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