Ella bajó la mirada y dejó fluir el lápiz. El carboncillo bailaba entre letras temblorosas y símbolos extraños. Por un momento pareció vacilar pero en seguida prosiguió escribiendo como si de una búsqueda intensiva se tratara.
- ¿Qué escribes?
- Un cuento.
- ¿Y cómo se titula?
- Tú y la mitad de yo.
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