miércoles, 27 de julio de 2011

Nunca saldrá de allí

Es como el arte de seducir. Dulce, suave y a la vez perversa. Con ese toque picante que tanto nos gusta a los gourmets del corazón. A menudo pienso que es tan adictiva como lo son sus besos, y que ella en el fondo lo sabe. Por eso yo actúo en consecuencia, midiendo mis pasos y prohibiéndome otra copa. Y es que sé que cuando voy a verla, cuando atiendo a su llamado, ella tiene las riendas. Así que me muerdo la lengua para no probar su veneno e intento escapar con cortesía y alguna que otra sonrisa amarga. Frunce el ceño y me reprimo. Me contagio de malos movimientos y entorpezco los latidos, pero para entonces ya es demasiado tarde. Me miro y observo que estoy danzando en su palma de cristal. Que lo ha conseguido, que me ha confundido y ahora me encuentro en uno de esos bailes macabros que te hielan la sangre.

Para cuando me despierto de resaca, ya estoy en la tela de araña. Ahogo el pánico con experiencia y un par de cigarros negros. Intento convencerme de que me necesita, de que no me hará daño.

Pero mentirme es inútil.

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