miércoles, 8 de junio de 2011

Hay palabras que deberían estar prohibidas.

A Alan le gusta discutir. Los juegos, el catastrofismo y los gatos. Adora ver como Ethan sonríe antes de besarle. Como se apaga las luces de su vecindario cuando se va a dormir, o como suena el francés en los labios. Le encanta la calidez y lo dulce. Pero aún así no cree en el amor.
Sin embargo, Ethan es la horma de su zapato. Es alegre, vivaz, optimista y la primera vez que le vio, pensó que estaba loco. A Ethan le encanta hacerle rabiar, enfadarle por tonterías, y obligarle a que siga a sus planes desesperados. Como aquella vez en el coche de su padre, cantando a todo pulmón una letra insulsa y sin sentido hasta que les llamó la atención la policía en un semáforo. O como la vez que se embadurnaron de barro en los suburbios, por huir de un par de viejas.

- Quiero vivir sólo contigo, porque te amo. Tú y yo. Nadie más. Y sé que no habrá nadie como tú, y aunque lo hubiera.. Te quiero sólo a ti. A ti. A ti. ¿No te entra en la cabeza? Me muero por cada uno de tus besos. Tiemblo. Te deseo. Y todas las noches me acuesto con miedo a perderte. No quiero a nadie que no seas tú. ¿Me oyes? No sé como decírtelo para que te lo creas de una vez.
- Eso dímelo dentro de dos años, cuando tú estés con otro y yo me quede otra vez solo. Llorando por las esquinas o con la loca de los gatos.
- Te lo diré. Lo prometo. Porque estaré a tu lado, día a día.
- ¿Y cuando me haga viejo? ¿Y cuando tenga un mal día, un mal mes?
- Seré tu apoyo. Yo haré que seas feliz.
- Te rendirás.
- Nunca.
- ¿Y qué pasará cuando ya no me desees?
- Te deseo siempre.
- Soy difícil.
- Siempre consigo lo que quiero.
- ¿Y cuando..?

Alan se interrumpió. Ethan se había acercado tanto que sus labios podían rozarse. Sus corazones latían con fuerza, a un mismo compás. Y le besó.

- ¿Ves? Siempre consigo lo que quiero.
- Pues vuelve a hacer lo que te dé la gana y ven aquí.

Sonrió, y volvió a besarle. Bueno, por Ethan quizás aprendiera a creer.

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